I am the Good Shepherd

04-21-2024Weekly Reflection© Opus Dei Commentary on the Gospel

The image of the good shepherd was well known by those listening to Jesus. In the Old Testament, Moses and David, before God chose them to be shepherds of his people, had been shepherds of flocks. Later on, during the exile, Ezekiel had spoken of God himself as the shepherd of his people: “As a shepherd seeks out his flock … so will I seek out my sheep; and I will rescue them from all places where they have been scattered on a day of clouds and thick darkness” (Ezek 34:12).

Jesus announces that this day has now arrived. He is God made man who watches over us, who gathers us into a family, the family of the children of God, and feeds us with his own Body so that we may have eternal life. And he wants to make us good shepherds for others in our daily life.

Jesus gives three characteristics of a true shepherd. He gives his life for the sheep; he knows them and they know him; and he goes in search of them so that they all may live as one flock, as one family.

In the first place, the shepherd gives his life for the sheep. The mystery of the Cross is at the center of Christ’s life. Christ lays aside his divine glory and puts on the clothing of our humanity, with its pain, suffering, loneliness, abandonment. He becomes like us in all things, except sin, and lets himself be humiliated on the Cross, giving himself for each of us.

In each celebration of the Eucharist we find Christ, the Good Shepherd. He becomes totally present. He takes us in his wounded hands, blesses us, raises us up, and gives himself to us as food.

In every Eucharistic celebration he gives us his Body which is given up for us, his Blood which is shed for us. He gives us the strength to share in his self-giving to the end. The Mass doesn’t end with Communion. He wants us to live with a Eucharistic soul every day, with our hearts enkindled, giving our life for others.

Secondly, the true shepherd knows the sheep, and they know him. Christ knows us through and through: he carries us in his heart. A wounded Heart, pierced by love. He cries out to us: “don’t hide yourself, come to me, don’t grow tired, touch me, I love you.” And when we draw near Jesus, when we enter his Heart, he gives us his own heart so that we may share in his love. He asks us also to love as he does, to know the others as he does.

Finally, the true shepherd seeks unity. Christ did not die for a few; he died for all men and women of all times. And he continues seeking them every day and needs our help. In our daily lives, in our work and rest, our families and friendships, our sorrows and joys, our successes and failure…. There, right where we spend our daily lives, we need to love with Christ’s heart.

In every Mass, he places us in his priestly Heart, so that we make our own his praise, gratitude, reparation, and petition. He gives us a catholic, universal heart.

The good shepherd gives his life, knows with the heart, and seeks unity. That is what Jesus is like, and that is how he wants us to be. Only in this way do we experience true freedom. The freedom of the children of God, the freedom of Christ Jesus, the freedom of generous self-giving.

Jesus joyfully changes the world with his self-giving. We, by sharing in his self-giving, share in his joy which changes the world.

opusdei.org/en-us/gospel/2024-04-21


La imagen del buen pastor era bien conocida por los oyentes de Jesús. En el Antiguo Testamento, Moisés y David, antes de que Dios los eligiese para ser pastores de su pueblo, habían sido pastores de rebaños. Posteriormente, durante el exilio, Ezequiel había hablado de Dios mismo como pastor de su pueblo: “como un pastor vela por su rebaño (...), así velaré yo por mis ovejas. Las reuniré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas” (Ez 34, 12).

Jesús anuncia que ese día ha llegado.

Él mismo se presenta como el buen Pastor.

Él es el Dios-hecho-hombre que vela por los hombres, que los reúne en una familia, la familia de los hijos de Dios, y les alimenta con su propio cuerpo, para que tengan vida eterna.

En este discurso del buen pastor, Jesucristo nos dice cómo es Él, pero también a dónde nos quiere llevar. Quiere convertirnos en buenos pastores en nuestra vida cotidiana.

Jesús dice tres cosas sobre el verdadero pastor: da su vida por las ovejas; las conoce y ellas lo conocen a él; y sale a por ellas para que vivan en un mismo rebaño, en una misma familia.

En primer lugar, el pastor da su vida por sus ovejas.

El misterio de la Cruz está en el centro de la vida de Jesucristo.

Cristo se despoja de su rango, de su gloria divina, se pone nuestros vestidos -el vestido de la humanidad, del dolor, del sufrimiento, de la soledad, del abandono, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado-, se deja humillar hasta la muerte en la Cruz y así se entrega a cada uno de nosotros.

Y en cada Eucaristía le encontramos a Él, Cristo el buen pastor. Se hace totalmente presente, nos coge entre sus manos llagadas, nos bendice, nos levanta, nos lleva de nuevo, se nos da a sí mismo como alimento.

Y lo hace por nosotros, para tocar lo más íntimo de nuestra realidad humana, para experimentar toda nuestra existencia y sanarla.

En cada Eucaristía nos da su cuerpo que se entrega, su sangre que se derrama. Nos da esa fuerza suya de la entrega hasta el final. La Eucaristía no termina con la comunión. Quiere que vivamos eucarísticamente cada día, con el corazón en carne viva: que demos la vida por los demás.

En segundo lugar, el pastor conoce a las ovejas, y éstas le conocen a él.

Pero el conocimiento de Jesucristo no es un conocimiento formal.La relación que quiere tener con nosotros no es una relación rutinaria, impersonal, reseca. Es una relación de amor. Es un conocimiento desde el corazón.

Jesucristo nos conoce: nos lleva en su corazón. Un corazón llagado, traspasado de amor.Que nos grita: “no te escondas, ven a mí, no te canses, tócame, te amo”.

Y al acercarnos a Él, al entrar en su corazón, nos da el suyo, para que podamos sentir con su corazón.

Él nos pide que también amemos como Él, que conozcamos a los demás como Él: desde el corazón. En la Eucaristía nos da su cuerpo para que podamos amar desde su corazón.

Finalmente, el pastor busca la unidad.

Cristo no murió por unos pocos, murió por todos los hombres de todos los tiempos.

Los sigue buscando cada día y nos necesita. En medio de nuestra vida, de nuestras calles y plazas, de nuestros trabajos y descansos, de nuestras familias y amistades, de nuestros dolores y enfermedades, de nuestros éxitos y fracasos, de nuestras idas y venidas. Allí donde vivimos: vivir desde el corazón de Jesucristo.

En cada Eucaristía, nos mete en su corazón sacerdotal, para que hagamos nuestra su alabanza, gratitud, reparación y petición. Nos da un corazón católico, universal.

El buen pastor da la vida, conoce desde el corazón, busca la unidad.

Así es Jesucristo y así quiere que seamos nosotros. Solo así experimentamos la verdadera libertad. La libertad de los hijos de Dios, la libertad de Cristo Jesús, la libertad de la entrega generosa.

Jesucristo, alegre, cambia el mundo con su entrega.

Nosotros, en su entrega, tenemos la alegría que cambia el mundo.

opusdei.org/es/gospel/2024-04-21

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