Living on the Vine

10-08-2023Weekly ReflectionDr. Scott Hahn

In today's Gospel Jesus returns to the Old Testament symbol of the vineyard to teach about Israel, the Church, and the kingdom of God. And the symbolism of today's First Reading and Psalm is readily understood. God is the owner and the house of Israel is the vineyard. A cherished vine, Israel was plucked from Egypt and transplanted in a fertile land specially spaded and prepared by God, hedged about by the city walls of Jerusalem, watched over by the towering Temple.

But the vineyard produced no good grapes for the wine, a symbol for the holy lives God wanted for His people. So, God allowed His vineyard to be overrun by foreign invaders, as Isaiah foresees in the First Reading.

Jesus picks up the story where Isaiah leaves off, even using Isaiah's words to describe the vineyard's wine press, hedge, and watchtower. Israel's religious leaders, the tenants in His parable, have learned nothing from Isaiah or Israel's past. Instead of producing good fruits, they've killed the owner's servants, the prophets sent to gather the harvest of faithful souls.

In a dark foreshadowing of His own crucifixion outside Jerusalem, Jesus says the tenants' final outrage will be to seize the owner's son, and to kill him outside the vineyard walls.

For this, the vineyard, which Jesus calls the kingdom of God, will be taken away and given to new tenants - the leaders of the Church, who will produce its fruit.

We are each a vine in the Lord's vineyard, grafted onto the true vine of Christ (see John 15:1-8), called to bear fruits of the righteousness in Him (see Philippians 1:11), and to be the "first fruits" of a new creation (see James 1:18).

We need to take care that we don't let ourselves be overgrown with the thorns and briers of worldly anxiety. As today's Epistle advises, we need to fill our hearts and minds with noble intentions and virtuous deeds, rejoicing always that the Lord is near.


Comentario al Evangelio del Domingo

Con esta parábola, de lectura tan evidente y dramática, Jesús denuncia por contraste la actitud de los dirigentes del pueblo, quienes despreciaron y aniquilaron a los profetas que Dios les envió; y, sobre todo, denuncia por anticipado el rechazo que iban a hacer del mismo Hijo de Dios, al cual echarán fuera de Jerusalén y lo matarán, como hacen los labradores con el hijo del dueño de la viña.

Por extensión, la parábola no solo denuncia la conducta de los contemporáneos de Jesús, sino también la actitud indiferente e incluso hostil que podemos manifestar los hombres ante la acción de Dios, siempre solícito e interesado por nuestro bien, y que envía a personas que pueden ayudarnos a dar fruto, pero a quienes quizá rechazamos porque nos incomodan. La bondad divina, que nos ofrece su gracia y sus cuidados, como los que tiene el dueño de la parábola con su viña y tuvo Dios con Israel, reclama de nuestra parte la buena voluntad de querer dar frutos de virtud y santidad; de aprovechar la gracia y no rechazar a quien demanda su fruto en nosotros.

Por otro lado, aunque la parábola tiene un tinte trágico, las palabras de Jesús ofrecen también un mensaje de esperanza. Como explicaba el Papa Francisco, si bien el dueño de la viña tenía derecho a vengarse, así como Dios podría vengar a su Hijo crucificado, sin embargo, “la desilusión de Dios por el comportamiento perverso de los hombres no es la última palabra. Está aquí la gran novedad del cristianismo: un Dios que, incluso desilusionado por nuestros errores y nuestros pecados, no pierde su palabra, no se detiene y sobre todo ¡no se venga!”

Fuente: opusdei.org

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